El flamenco, yo no podría decírtelo con palabras, pues es algo inexplicable. Lo conocí con 5 años aproximadamente y no era consciente de que iba a ser mi forma de vida. A los 18 años pensé dedicar mi vida al flamenco, ya que me daba cuenta que me hacía feliz día tras día. Mis inicios fueron duros y siguen siéndolo, pero me sigue haciendo feliz como el primer día. Lo que más me gusta aprender, es mi delirio. El tablao es para mí un privilegio, pues es donde me siento artista y lo aprecio cada día. Impartir clases e inculcar el flamenco en mis niñas y niños es un orgullo para mí, que sus familias pongan toda su confianza en mí, me llena de felicidad. Y sé que el día de mañana serán grandes artistas y tengan un buen recuerdo mío, al igual que yo lo tengo con mi profesor Anselmo de Jerez.
En la vida se me cruzó un gran guitarrista, Ismael Heredia. Será el destino, gracias a él empecé a conocer otros palos del flamenco. Y junto a él y nuestro hijo José Miguel sigo cultivando mis raíces. Nuestra familia vive de la fuente del flamenco y deseo que siempre se mantenga la llama de nuestra pasión…